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Aquí el bus termina su trayecto después de haber escalado entre las montañas nororientales que envuelven a Medellín. A este sector le llaman Los Edificios, pues son las únicas edificaciones altas que se logran ver desde lejos coronando el barrio La Cruz; las otras viviendas, en su mayoría, son hechas con tablones de madera, tejas y barro, gracias al cual La Cruz se torna con ese color amarillento de la tierra y del pantano que recorre sus calles.

 

Son las dos de la tarde y el sol se asoma tímidamente entre las nubes que minutos antes derramaron un aguacero, “típico de allá arriba que siempre hace frío”, como dicen los vecinos. Gracias a la lluvia, las calles de La Cruz se tornan de color amarillento por el pantano y se ven ahora las trapeadoras de un lado a otro limpiando la entrada de tiendas y casas embaldosadas.  

 

Aquí mismo se baja Wendy, encartada con un maletín grande y una bolsa con papeles de colores, tijeras, colbón y otras cosas. Apenas llega a La Cruz no demora en ser interceptada por un niño que ella saluda con alegría y con un cariño maternal.

 

Estando en el barrio es como si Wendy llegara a su casa, saluda a su paso ancianos que encuentra en el camino y cuatro o cinco señoras agrupadas en un pequeño negocio informal de empanadas y otros fritos en un fogón de leña.

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Justo detrás de los edificios, el barrio empieza a confundirse con una vereda y se ven entonces huertas y un pequeño bosque amenazado con la construcción de más de estos edificios. Wendy baja las escalas que por un costado envuelven la edificación coloreada por graffitis y murales que contrastan muy bien con el gris opaco del cemento.

 

A pocos metros de aquí está la casita de colores a la que ella se dirige todos los domingos, como hoy. La fachada de la casita está pintada por franjas coloridas, el rostro de un niño y un graffiti que dice “Biblioteca Sueños de Papel”.

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El primer lazo con La Cruz

 

Wendy estudió psicología gracias a una beca en la Universidad Eafit. Optó por esta carrera porque, además de los libros, lo que más le interesa es ayudar a los demás y servir de apoyo a quien lo necesite.

 

Su primera conexión con La Cruz y su gente, fue gracias a un voluntariado en la escuela de la Fundación Teresa de Calcuta donde dio atención psicológica a niños y familias del sector. A partir de esto ella conoció las problemáticas que habitaban el sector: pobreza, violencias internas del barrio y otras también de la ciudad que alcanzaban a llegar allí donde, por el contrario, era difícil que el alcantarillado y el agua potable llegaran a todos.

 

Otro asunto que notó con tristeza era la deserción escolar tan alta, a pesar de los esfuerzos de la Fundación, por ejemplo, por brindar educación gratuita a los niños y jóvenes vecinos.

Ella se enamoró de esos niños, de sus historias, de sus sueños y se convenció de que podía hacer mucho más por ayudar.

 

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BIBLIOTECA CON guitarra

 

Yesica con sus silencios contemplativos, sus sonrisas juguetonas y sus palabras sabias hace de la biblioteca un lugar muy especial y mágico.
Abraza con su mirada, acompaña con su sensibilidad fotográfica y su voz dulce cuando lee en voz alta cuentitos y poemas de mujeres.

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Yesica Mazo es estudiante de bibliotecología, le encanta la música y la literatura. Es por ello que cuando llegó al barrio lo hizo con una guitarra bajo el brazo siempre dispuesta a enseñar y a escuchar.

 

Yesica y Wendy se encontraron con un sueño en común, sembrar en los niños y niñas de este barrio la semilla del arte y germinar juntas el cambio que quieren ver en la comunidad olvidada de Medellín.

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